Proyección Social
El fin social de la educación superior no se agota en los procesos de formación propios de la docencia o en la creación de conocimiento que compete a la investigación, sino que va más allá cuando establece relaciones con el entorno, se comunica con los distintos actores de la vida social y realiza acciones para influir positivamente en la sociedad.
El carácter mismo de las organizaciones de educación superior y de las funciones sustantivas que configuran su misión requiere que se privilegien las relaciones con el contexto. Por ejemplo el diseño de programas de formación e investigación parte de la identificación de las necesidades y retos del entorno y su eficacia social se juzga sobre la base de la pertinencia que contengan. Así, las relaciones con el entorno se configuran de un modo simbiótico en el que el entorno se beneficia de la acción institucional y la institución se nutre de las experiencias de interacción con la sociedad.
De allí que pueda concebirse la proyección social como el conjunto de acciones mediante las cuales la Institución legitima sus propósitos, interactúa con la sociedad y se convierte en un actor significativo del desarrollo. Lo característico de la proyección social es su relación inmediata y efectiva con la sociedad que se materializa a través de diversos servicios que la institución oferta a las empresas, al estado, a las organizaciones de la sociedad civil y a la comunidad en general. A través de la proyección social la institución realiza la petición de Durkheim (1990) de integrarse a la vida social para revelar su utilidad y respaldar la democracia prestando los servicios que se espera de la cultura científica de la que las universidades son depositarias.